sábado, 17 de julio de 2010

la marka

ella se soba de nuevo las palmas,
decidida a borrar ese dibujo impregnado.
su brazo enrojece junto con su cara colgada.
no entiende por qué despertó así, por qué la planta sigue creciendo,
su tallo se esparce lentamente alrededor de su brazo
ella siente la picazón,
lo esconde debajo de la manga y baja las escaleras.
la cocina huele a mantequilla pero nadie está allí
ayer ha llovido toda la noche sobre ese jardín seco,
es feo pasar por ahí en las mañanas.

corre a la parada y la encuentra vacía
no le sorprende que se hayan ido, era tarde.
tarde para apurarse, tarde para volver.
ya no iba pasar otro tren hasta la madrugada.
se regresó caminando, con la boca tiesa.
la casa ya estaba fría.
se metió de golpe a la ducha, y comenzó a refregar el brazo con un cepillo duro.
los pétalos fucsia brillaban húmedos
estaba marcada, sin razón.

lloré mirándola por la ventana
ella no sabía, no me podía ver,
yo tenía una planta igual delineada en mi hombro
su azul latía y me daba miedo tocarla
era en vano. no se iba ir. vivía conmigo, extendida, tranquila.

me tenía despreocupada. le daba vueltas a otras cosas.
cosas más reales, sin escapatorias, cosas con fechas y números y puntos finales.
esto era un simple incidente. un garabato.
cogí mi bolso rojo, las llaves y salí a caminar.
la noche me abandonó y yo no le tenía ganas.
decidí divagar, y solté la mirada al piso.

de lejos la vi avanzando sola,
la reconocí por su bolso rojo,
lo llevaba a las clases de natación cuando iba con su hija.
a mi también me gusta la piscina, pero solo cuando es temperada.
no soy su contador pero un par de veces le ayudé con las cuentas
está enredada. pobre.
no pude dejar de notar la planta que adornaba su hombro
no me sorprendí pues tenía una igual, naranja, a lado derecho de mi panza
hace poco se apoderó de mi piel
una desconocida que ya se ha vuelto familiar.
un confidente de mis malestares.
pensé que era el único,
no lo soy.
igual no tengo nada de especial, soy común como el resto.
cuando la encontré creí que esto me cambiaría pero ahora veo que es un virus de color.
quizá es por el agua de la piscina.
creo que me olvidé comprar el café.
de nuevo.


ha vuelto a dejar la bolsa.
despistado como siempre, susurra la cajera.
mastica suave ese chicle que ya perdió su color.
y se sube la falda, cuidadosa, detrás el mostrador.
todavía sigue ahí, esa planta rosada, invasora impuesta.
se abrió entera por encima de la rodilla. acaparando, agresiva.
su mirada se dobla y revienta un globo de paso.
su boca es del mismo color de los pétalos.
al menos ese tatuaje extraño es fiel a sus horarios
la acompaña, la escucha,
sería una pena que se vaya, tan lindo
igual nadie lo ve.
extiende la mano y le suelta una caricia,
dos pétalos abiertos se desprenden sobre su palma
quietos,
solos,
sus dedos tiemblan.
repite el ademán,
dos más
sueltos,
se va despellejando
el dibujo pierde forma
tengo sueño, piensa, cerrando los ojos,
ojalá el señor venga pronto
a recoger su café...

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