Liso blanco, son dos y con boca abierta. Compran rodillas en mercado de pulgas para cruzar el desierto hundido. Roban dientes blancos para engañar a los niños rubios. Cortan sus rulos y los venden por plumas de pollo, que cosen como teclas de piano para cantar una mentira.
Arrancan las puntas y ensucian las palabras con espuma salada, que hierve como la lengua en boca cerrada. Se entumece, como pisadas sobre asfalto. Huele a pez muerto con mirada aguada. Rompe la dirección y se arrodilla entre vidrios derramados. No llora porque no los siente. Los destroza porque no son suyos, y afila sus gotas caninas. Me mancha.
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